Camila 2020

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Un retrato hecho para mi Por: Clara Mojica

lunes, 24 de mayo de 2010

El caballero y el infierno

EL CABALLERO Y EL INFIERNO
Análisis de los textos Guillermo El Mariscal y La Divina Comedia
Por: María Camila Mojica Vélez

Para comenzar a hablar de la Edad Media en relación con los textos Guillermo El Mariscal y La Divina Comedia, es necesario preguntarse cuál fue la relación que se poseía entre aquellos señores de la guerra, dueños de grandes territorios, que tenían bajo su mando una serie de siervos que tributaban con los productos sacados de la tierra, y la visión de la justicia divina divulgada por la Iglesia. Aquellos señores medievales consideraban el servicio militar como  un acto digno, casi divinizado después de la experiencia de las cruzadas, donde la iglesia se abanderó para dirigir empresas militares que recuperaran de las manos musulmanas el territorio santo. El comercio y el trabajo físico, eran por ellos discriminados, puesto que no correspondían a su posición jerárquica en la sociedad medieval.  
En cierto modo se consideraban así mismos como los portadores de un objetivo máximo, el honor.  Ellos se pensaban como una raza especial, los nobles, colocados por su origen en un plano incomparablemente más alto que los campesinos y los ciudadanos[1]. Sin embargo, no hay que confundir la posición de un caballero con la de un señor de la tierra, aunque ambos poseían el título de noble, y ambos estaban preparados para la guerra, el caballero era aquel que salvaguardaba la seguridad de su señor del ataque de los bárbaros, los campesinos, los musulmanes, etc. 
Así lo describe el libro Guillermo El Mariscal, donde el elogio hacia la caballería refleja la importancia que tenía para ellos ser caballero, en dicho texto encontramos las palabras, que según Georges Duby, sustentaban el coraje y el orgullo, exaltando aquellos valores claves, que los llevaban a considerarse a sí mismos como los designados por Dios para realizar dicho oficio:
¿Qué es manejar las armas?
¿Se sirve uno de ellas como una criba,
De un harnero o de un hacha?
No, es un trabajo mucho más duro.
¿Qué es entonces la caballería?
Cosa tan fuerte y tan intrépida
Y que tanto cuesta aprender
Que un villano a ello no se atreve…
Quien a alto honor quiere llegar
Le conviene haberse ido primero a esta escuela[2]

Desde la niñez, los hijos de los señores feudales se preparaban para ser caballeros. A los siete años se les enseñaba a manejar las armas y a montar, a los catorce o quince se convertían en escuderos de un señor más rico.  Así se continuaba en la enseñanza del joven militar.[3]
En el caso de Guillermo El Mariscal, él al ser hijo de un caballero, abandonó su hogar de los 8 a los 10 años, fue transferido al mundo de las cabalgadas, de las escuadras, de los almacenes de armas, de las emboscadas y los retozos viriles.  Los muchachos crecían allí, integrados en la banda de caballeros.[4]  Desde pequeños, ya hacían parte de las escuadras militares, donde el señor feudal dueño del ejército pasaba a ser su padre y su jefe. En el caso de Guillermo El Mariscal fue su primo hermano Guillermo de Tancarville, chambelán del rey de Inglaterra quien se encargo de iniciarlo en el mundo de los caballeros, de elevarlo y honrarlo para que algún día fuera un gran guerrero.  Al momento de crecer y de cumplir una mayoría de edad, el señor feudal cedía el cuidado del aprendiz a él mismo, dejándole solamente la espada como su herramienta de protección, pero más que protección simbolizaba el emblema del derecho y el deber de combatir.
El día que eran armados caballeros, consideraban que comenzaba su verdadera vida, una vida que era consagrada por la gracia divina, un sacramento que los acompañaría hasta el día de su muerte, un bautizo que los iniciaba en el mundo del honor.
“Dios que por ello sea agradecido, desde que soy caballero me ha hecho tan gran bien a lo largo de los días; mi coraje se apoya sobre la certeza de que continuará haciéndolo[5]
La ceremonia era muy solemne, el iniciado se vestía con la armadura completa y encima se ponía una capa escarlata en señal de que estaba dispuesto a verter su sangre, se arrodillaba ante su señor, quien lo golpeaba en el hombro de plano con la espada.[6]  Según Georges Duby, “ceñida la espada, el caballero ya no pertenece sino a Dios, al mismo tiempo que el talabarte militar a recibido un poder, que es primeramente le poder sobre sí mismo.[7]
En aquella percepción del honor medieval se instauraron ciertos valores cristianos que reflejaban la necesidad del guerrero por no ser condenado por la justicia divina. El honor se basaba en la fuerza, en la proeza (combatir e intentar vencer), en la fama, la gentileza, la generosidad, el valor y la fidelidad al señor y a la fe jurada“Todo el ardor caballeresco se volcaba en cumplir  las obligaciones de la caballería, en respetar las reglas de una moral inculcada desde la adolescencia[8]. Ésta, estaba fundada en los principios de la religión que explicaban el Más Allá como un lugar donde los justos serían juzgados de acuerdo a sus virtudes;s más valerosos en las batallas. En este caso, la guerra se convertía en un acto virtuoso puesto que correspondía a un mandato religioso que trascendía los límites del dolor físico y el miedo. Aunque no hay que olvidar, que para el caballero de aquella época, el volverse un señor de la tierra, era un acto motivador, porque no sólo la salvación del alma estaba en juego, sino también la del poder económico y político por el control de territorios.  Ellos buscaban tierras nuevas, botines, glorias, etc., y conforme los obtenían, aumentaban su poder en la sociedad, volviéndose además de caballeros, señores feudales.

El infierno, era aquel espacio sin tiempo, que representaba toda la clases de castigos divinos a los que se sometía a los pecadores que violaban los mandamientos y las leyes divinas, representaba la mano dura de aquella ley espiritual que se suponía se debía cumplir, la visión del infierno de aquel caballero medieval, era la representación de la esclavitud y de la guerra como castigo, no como un acto virtuoso, el infierno era la guerra del mundo espiritual, donde la condena era eterna. Aquí, encontramos una contradicción que se crea en el concepto de guerra que poseía el caballero; para él, era un modo de ennoblecerse en la sociedad, pero simbolizaba todo lo que podía llegar a ser el infierno; la guerra como virtud vs la guerra como castigo. El guerrero medieval tenía que encontrar en el cultivo de las virtudes caballerescas, la demostración de que él no debía ser condenado, puesto que era él, el que protegía los objetivos de la iglesia y de su señor; era él, el que preservaba el orden jerárquico en la tierra. 

Así lo describe en cada uno de los infiernos el libro de Dante Alighieri “La Divina Comedia”; vi en aquel pantano gentes fangosas, del todo desnudas, con rostros airados. Golpéabanse unos a otros, no con las manos, si no con la cabeza, con el pecho y con los pies, desgarrándose a jirones con los dientes[9]. La violencia entre aquellos condenados se vivía en la guerra en el mundo terrenal, entre las luchas de los caballeros y entre los asaltos a tierras extranjeras, la violencia como elemento inherente a la guerra era la metáfora de la violencia como castigo divino, y viceversa.  La ausencia de la armadura y armas en aquellos seres condenados, nos muestra como desde la literatura medieval, al estar desnudo, sin protección de defensa y sin herramientas para el ataque, se era humillado y considerado miserable. Mientras en el mundo terrenal al poseer una armadura ya se disfrutaba de un status y un honor en la jerarquía medieval, en el infierno se castigaba con la humillación, con la ausencia de una armadura que protegía a la carne humana de la agresión y del sufrimiento físico.
El caballero combatía a caballo.  Se protegía la cabeza con un yelmo, y la cara con una visera.  Tenía un escudo, una espada recta y larga con un mango en forma de cruz y una lanza.  Su cuerpo estaba recubierto por una malla.  El caballero era considerado como un fortaleza viviente.”[10] En el caso de Guillermo El Mariscal, se habla de que el valiente  no buscaba más que la protección de su caballo, su armadura y sus armas, sin embargo, de acuerdo a la moral caballeresca, éstas sólo debían ser utilizadas contra personas que poseyeran el mismo estatus del caballero, no contra otros más indefensos, como era el caso de los villanos.
Las armas que utilizaban los demonios para atormentar a los condenados fueron inspiradas en los métodos de tortura y guerras medievales. Su simbolismo en el infierno y en la tierra era muy parecido pero no el mismo. El uso de flechas, espadas, látigos, arcos, tridentes y lanzas eran frecuentes en el infierno.  Dichas armas eran los instrumentos de tortura que utilizaban los demonios y bestias para aumentar el sufrimiento de los pecadores. En la tierra, no sólo era un arma de ataque que buscaba en la mayoría de los casos eliminar al enemigo, sino también al igual que la armadura era el símbolo del honor y el status noble.  En cambio en el infierno las armas eran usadas contra todos los pecadores para intensificar el dolor y las penurias, no para eliminar, pero éstas variaban de acuerdo a la calidad del pecador y del infierno en la que se encontrara.
Así lo narra Dante en el Círculo octavo del infierno donde se condenaban a los rufianes:
Y le clavó el tridente en el brazo con tal ímpetu que le arrancó un músculo.  También el demonio Dragonazo quiso darle un buen pellizco en las piernas por lo que Barbarrisada se volvió a ellos Ceñudo.”[11]
Más adelante en el canto vigésimo séptimo Dante hace referencia de un demonio que se encargaba de torturar a los sembradores de escándalo.
“Un diablo hay aquí adentro que nos abre tan cruelmente, metiendo el trajo de su espada en cada uno de nosotros cada vez que damos una vuelta al círculo doloroso”[12]
La sangre es otro elemento que permanece en el infierno de la divina comedia, y es el que representa el sufrimiento físico al que eran sometidos los pecadores, la sangre deja de convertirse en aquel símbolo del sacrificio que el caballero tenía que pagar con tal de no romper con el honor ni las virtudes que los diferenciaban de los demás en la sociedad medieval.  En el infierno era el símbolo del dolor eterno.  En la tierra era el precio que había que pagar para conquistar nuevas tierras, recuperar otras y proteger al señor, al rey y a Dios.
Así del ramo roto escapaban juntas palabras y sangre…. A sus espaldas la selva estaba llena de negras perras, furiosas.  Arrojáronse sobre el que había caído en el matorral y le desgarraron pedazo a pedazo, arrastrando después los dolientes miembros.”[13]
En el canto vigésimo octavo Dante afirma:
¿Quién podría con palabra suelta hablar de la sangre y de las llagas que ahora vi?....Si los hombres caídos en todas esas campañas reunieran sus heridas. Sería poca cosa en comparación con lo que vi en  este pozo oscuro.”[14]
Más adelante nos describe detalladamente la gravedad de las heridas de los condenados:
“Como uno de aquellos desgraciados que vi, hendido desde la garganta hasta la parte inferior del vientre.  Entre las piernas le colgaban los intestinos; el hígado se le veía y también el triste saco donde se convierte en heces lo que se come.[15]
La esclavitud a la que eran sometidos los pecadores en el infierno era un acto de deshumanización del alma, lo mismo sucedía en las batallas, los perdedores pasaban a ser siervos y esclavos de aquellos caballeros que habían triunfado en el campo de batalla y perdían todo los títulos que poseían.  Para aquellos caballeros de la edad media resultaba especialmente agradable mutilar a los prisioneros y hacerlos sufrir hasta la muerte.
A fe mía, no me importa nada lo que decís, me río de vuestras amenazas porque me importan un comino.  Deshonraré a todos los caballeros que aprese y les cortaré la nariz y las orejas.”[16]
En la edad media se mutilaba a los que se consideraban inferiores, a los más pobres, a los que habían perdido todo y no se les podía sacar ninguna clase de ganancia. El concepto de esclavo y prisionero en el mundo terrenal, se fundamentaba en el valor que se podía sacar a través de los rescates; ser prisionero y esclavo sin dinero en la edad media era una especie de maldición, puesto que su destino era ser asesinado o mutilado, ya que en el caso de que se le liberara, sería darle una ventaja al enemigo desde lo militar hasta lo económico.  Los métodos de crueldad en la edad media fueron muchos, debido a que no hubo ninguna fuerza social que penalizara tales atrocidades.  Como un día se podía ser el vencedor, al otro día se era el vencido. El futuro era siempre inseguro en el mundo medieval abarrotado por las continuas batallas, lo único firme era Dios y la lealtad de algunas personas.
La inseguridad y el temor alimentaban aquella visión religiosa del infierno, donde el miedo a caer como esclavo o prisionero de los enemigos era habitual. En el infierno, los esclavos y los prisioneros eran los pecadores que no habían seguido las enseñanzas de Cristo, y por ende, habían perdido todo valor como seres humanos, allí perdían la libertad que les había dado Dios y se convertían en los prisioneros eternos de Satanás. En el infierno los castigos no concluirían en la muerte como pasaba en el mundo terrenal, si no que serían constantes y cada vez más dolorosos para el cuerpo espiritual.  La muerte ya no era lo más temido por aquellos prisioneros, antes era lo más deseado.
El hecho es que vi, y me parece verlo aún, un tronco sin cabeza que caminaba igual que los demás del triste grupo, llevaba la cabeza cogida de los cabellos, balanceándola en la mano, a manera de linterna nos miraba[17]
En la comedia de Dante vemos como aquellos castigos infernales, eran tomados de la guerra, ó para el hombre medieval, cómo la guerra tomaba cosas del infierno; cómo los modos de asesinar al volverse eternos se volvían en castigos divinos para los hombres y eran la representación de lo insoportable, de aquello que generaba más sufrimiento para el alma.  Los métodos de tortura infernal eran tomados de la realidad, de aquella época en la que la guerra era constante, no había un orden en cuanto al manejo del poder, ya que las monarquías se vendrían a desarrollar con mayor rapidez en el renacimiento, el peligro de las invasiones no sólo amenazaba a los hombres de guerra, sino también a los campesinos y comerciantes. En aquella época nada era seguro, y el sufrimiento no sólo causado por la guerra, sino también por las plagas y las hambrunas era frecuente.
Según nos cuenta el libro Guillermo El Mariscal, los campesinos también sufrían en las guerras, el caballero deploraba los efectos de la miseria puesto que después de ser saqueados y devorados por los combatientes, abandonaban los campos y huían, dejando al señor feudal sin la mano de obra para explotar la tierra, y por ende, sin los recursos para producir más riquezas.
El sufrimiento causado por la guerra al elevarlo a la eternidad se convertía en la representación del castigo divino, al igual que las hambrunas y las pestes.  Era así, como ese infierno, esa miseria retratada tan poéticamente por Dante hacia parte de la vida cotidiana de aquellos guerreros, de hecho los acompañaba en cada una de sus incursiones recordándoles que si no obraban bien, tal vez les tocaría pagar por sus pecados en el lugar más temido del mundo medieval, el infierno.
La carrera por el honor, era la carrera profesional del caballero en la sociedad medieval, para ellos la deshonra y la humillación era lo peor que les podía suceder en la vida y buscaban realizar todos los méritos caballerescos a favor de su señor, ellos mismo y Dios, para evitar la deshonra, ya que esto equivalía a un castigo parecido al de los pecadores en el infierno, la muerte, la tortura, la mutilación y la venganza.   El honor no solo se conseguía con el triunfo en las batallas, también se cultivaba en otros eventos como los torneos, donde los enfrentamientos entre caballeros construían la fama que tanto ayudaba a dignificar el honor, el derribar al contrincante de un golpe con lanza constituía la más grande figura del ballet militar.  Sin embargo era la guerra, la verdadera prueba de lealtad, coraje y valor; y era para aquellos caballeros el símbolo de la virtud.  Así lo decía El Mariscal en el discurso para la batalla en frente de las tropas atemorizadas:
Para defender nuestro valor, por nosotros, por aquellos que nos aman, por nuestras mujeres y nuestros hijos, por la defensa de nuestras tierras, para conquistar el más alto honor, por la paz de la iglesia también, por la remisión de nuestros pecados, sostengamos bien el peso de las armas….Sois la supervivencia del país… Ved a aquellos en vuestra mano.  Serán nuestros si el corazón y la audacia no os fallan.  Si morimos Dios nos hará entrar en su paraíso. Si los vencemos habremos adquirido el honor duradero para nosotros y nuestro linaje.[18]
La guerra significaba prevalecer sobre el enemigo, el hecho de destruir sus campos, asaltar los pueblos, cegar sus fuentes, matar y apresar a sus gentes era el precio que se pagaba para conseguir el honor, las tierras y el triunfo. La guerra se volvía una virtud en la medida que cobraba sentido para los guerreros, como aquello por lo que se defendía una causa justa, la lealtad y la victoria.
“Una dulce alegría y emoción inundan el corazón al ver la valentía y la lealtad con la que unos ayudan a otros”[19]

BIBLIOGRAFÍA
·       Georges Duby, Guillermo El Mariscal,  Madrid, España : Alianza, 1985, pag. 175

·       Dante Alighieri, La Divina Comedia, Terramar Ediciones, Argentina, 2006, pag. 446
·       Norbert  Elias, El proceso de civilización, la transformación de la agresividad, Fondo de Cultura Económica, México, pag 229 242
·       E. A. Kosminsky, Historia de la edad media, Colombia, Editorial Colombia Nueva, 1981, pag. 312
 

[1] E. A. KOSMINSKY, HISTORIA DE LA EDAD MEDIA, Colombia, Editorial Colombia Nueva, 1981, p. 101
[2] George Duby, Guillermo El Mariscal,  Madrid, Esp. : Alianza, 1985, p. 63
[3] E. A. KOSMINSKY, HISTORIA DE LA EDAD MEDIA, Colombia, Editorial Colombia Nueva, 1981, p. 101
[4] George Duby, Guillermo El Mariscal,  Madrid, Esp. : Alianza, 1985, p. 75

[5] Ibid, p. 80
[6] E. A. KOSMINSKY, HISTORIA DE LA EDAD MEDIA, Colombia, Editorial Colombia Nueva, 1981, p. 101
[7] Georges Duby, Guillermo El Mariscal,  Madrid, Esp. : Alianza, 1985, p. 82
[8] Ibid, p. 98
[9] Dante Alighieri, La Divina Comedia, Terramar Ediciones, Argentina, 2006, p.53
[10] E. A. KOSMINSKY, HISTORIA DE LA EDAD MEDIA, Colombia, Editorial Colombia Nueva, 1981, p. 102
[11] Dante Alighieri, La Divina Comedia, Terramar Ediciones, Argentina, 2006, p.116
[12] Ibid p. 141
[13] Dante Alighieri, La Divina Comedia, Terramar Ediciones, Argentina, 2006, p.77
[14] Ibid, p. 141
[15] Ibid p. 141
[16]Citado en. Norbert  Elias, El proceso de civilización, la transformación de la agresividad, Fondo de Cultura Económica, México, p. 232
[17] Dante Alighieri, La Divina Comedia, Terramar Ediciones, Argentina, 2006, p 143
[18] Georges Duby, Guillermo El Mariscal,  Madrid, Esp. : Alianza, 1985, p. 167
[19] Norbert  Elias, El proceso de civilización, la transformación de la agresividad, Fondo de Cultura Económica, México, p. 234

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