Dicen que las verdaderas heroínas no llevan tacones, ni capas, y mucho menos coronas.
A veces lleva en la mochila un libro de señas, un cuento infantil, un mapa en braille, un corazón vibrante… o una sonrisa que ilumina.
Esta es la historia de Caro Villalba, una mujer nacida en Envigado un 9 de diciembre de 1996, que desde muy temprano supo que el mundo no podía seguir igual si ella tenía algo que decir —o hacer— al respecto.
Caro es una mujer de muchos colores y formas. Cabello largo, ropa hippie-chic, una diva del espíritu y la mente. Libre como el viento, pero con raíces profundas ancladas al calor del amor de su madre y su hermano.
Su amiga Carolina Ortiz la describe así:
—¿Caro Villalba? Claro que la conozco... Es como una mezcla entre hada madrina y el Chavo del Ocho.
Pasó su infancia en Envigado, pero fue el frío de Bogotá —donde cursó el bachillerato— el que le enseñó una verdad entrañable: una puede irse de su tierra, pero la tierra no se va de una. Por eso volvió. Y con ese regreso, comenzó su leyenda.
Esteban Rivera recuerda:
—Cuando se emociona con los niños de la escuela, se vuelve loca con los juegos. No pierde esa dulzura ni esa pasión. Es como una mezcla de activista y mamá gallina.
A los 12 años ya lo tenía claro: quería estudiar Licenciatura en Educación Especial. Así, sin titubeos. Entró a la Universidad de Antioquia y, entre cuadernos, señas y sueños, comprendió que educar no es solo enseñar… es amar profundamente a las demás personas.
Alejandra Parra, entre risas, confiesa:
—¿La historia de la intoxicación con un brownie mágico en el concierto de música medicinal? Ay nooo… eso no te lo puedo contar. Pero casi me muero de la risa. A ella solo le pasan esas cosas.
Hoy hace parte del equipo educativo de SIATA, donde enseña ciencia a personas con discapacidades visuales y auditivas. Dice que la lengua de señas es uno de sus grandes amores, y que en un año será intérprete. Aunque, entre nosotras, ya traduce con el alma.
Anderson Silva dice:
—Tiene una energía muy contagiosa. Canta música medicina. Y tiene esa capacidad de captar la atención con su voz resonante y su sentido del humor.
Parece no tener miedo… aunque por dentro, cada día, lidia con el síndrome de la impostora. Pero siempre lo logra, porque sus sueños son tan altos como los Himalayas. Rendirse no es una opción. Para ella, vivir sin construir un mundo mejor simplemente no tiene sentido. Por eso insiste: tener conciencia de clase es, en el fondo, tener conciencia humana.
A veces se la ve escuchando:
Pajarito colibrí, no tengas miedo de salir
Hoy el mundo quiere que despiertes para ser feliz
Pajarito colibrí, no tengas miedo de vivir
Que la noche oscura y misteriosa baila para ti
Ella es como un colibrí: pequeña, vibrante, imparable.
No le teme al vértigo, porque ha entendido que volar no es no tener miedo… es hacerlo a pesar del miedo. A pesar del patriarcado, la desigualdad, la discriminación.
Por eso siempre se embarca en nuevas aventuras, buscando sentirse más cerca de su esencia.
Suele decir que su lugar en el mundo es la justicia.
Y que ser profe es su manera de habitarlo.
Camila Mojica, una de sus compañeras, lo resume con dulzura:
—Yo creo que Caro no enseña ciencia. Caro enseña esperanza. Sobre todo a las mujeres, porque es muy feminista.
Esta es Caro Villalba, una mujer casi mítica.
A veces distraída. A veces intensa. Siempre luminosa como su cabello al sol.
Una mujer que decidió no quedarse quieta.
Porque sabe que un mundo más bello empieza con un gesto pequeño.
Ella es una seña, una canción, una mujer fuerte.
Un colibrí de muchos colores.
Una mensajera espiritual que encarna el sentido de la libertad y la empatía.
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