ENSAYO SOBRE LA PELÌCULA
EL ESPINAZO DEL DIABLO, GEORGES SIMMEL Y HERBERT MARCUSE
Por: María Camila Mojica y Angela Aristizábal
El conflicto de lo fantasmagórico versus lo materialista en la cultura
Con este trabajo pretendemos identificar a partir de un texto audiovisual, cómo en la película El Espinazo del Diablo se vivencia la fractura entre lo subjetivo y lo objetivo durante el desarrollo del conflicto del film.
La película El Espinazo del Diablo comienza preguntándose por cuál es el significado de un fantasma: ella se cuestiona y pone sobre la mesa unas definiciones que van muy ligadas al ciclo de la vida, el ciclo de la transformación que tanto Georges Simmel debate en sus ensayos de la crítica de la cultura del libro “El individuo y la libertad”, o a la discusión que Herbert Marcuse plantea en su texto “Cultura y Sociedad, Acerca del carácter afirmativo de la cultura”, la película se pregunta y define a la vez: ¿Es un instante de dolor?, ¿ Algo muerto que parece por momentos vivo aún?, ¿Un sentimiento suspendido en el tiempo, como una foto borrosa, como un insecto atrapado en larva?. Allí, además de revelarnos indirectamente casi poéticamente el final, nos muestra una postura teórica acerca de cómo este concepto de fantasma acompaña a las personas en la vida, y en el caso particular, como el concepto de fantasma atraviesa la vida de los personajes revelándoles el camino que han de tomar para poder escapar, enfrentando a la muerte y dejando atrás el pasado, así mismo, también nos revela hasta qué punto puede llegar un ser humano, que se ha desbordado por el mundo material y que enfocó su felicidad hacia un camino individualista y materialista, ignorando el bienestar de los demás, llegando a los límites más oscuros del egocentrismo.
Al preguntarse sobre qué es un fantasma, ya se toma una postura filosófica que afirma su existencia en el mundo del hombre y a la vez es un análisis que va en contra de todo lo que plantea aquel discurso que niega la existencia de lo metafísico en el mundo material. Dicha pregunta evidencia el conflicto moderno de la sociedad, y además, propone una postura argumentativa que va muy de acuerdo a la discusión que plantea Georges Simmel y Herbert Marcuse.
El conflicto cultural que se produce entre las posiciones objetivas y subjetivas de los personajes de la película, se desarrolla en un mundo que representa la imperfección y la infelicidad para la mayoría de los personajes, un lugar alejado del mundo y de la guerra, un lugar olvidado. El orfanato en medio del desierto va en contra de aquellos ideales y prototipos de realización del hombre moderno, donde sólo importa el bienestar y la comodidad del individuo en cada instante de su vida.
Marcuse afirma: “La realización suprema del hombre está vinculada a una comunidad de personas libres y razonables en la que cada una tiene las mismas posibilidades de desarrollo y satisfacción de todas sus fuerzas”. [1]Allí en aquel lugar alejado del mundo, la realización suprema del hombre no está vinculada a la comunidad sino al individuo, puesto que cada uno maneja intereses distintos y metas diversas, sin embargo, al final tras la muerte de casi todos los personajes después de la explosión, el grupo de niños del orfanato se ve forzado a trabajar en comunidad, posibilitando el desarrollo de fuerzas que permiten crear una estrategia para acabar con aquel ser que les había quitado todo. Desde esta perspectiva, la realización suprema del hombre se da en una comunidad donde el impulso de la vida quiere trascender la forma, como lo dice Simmel, ya que ésta limita el movimiento y la libertad. En el caso de los niños, es preciso recuperar la libertad y la vida misma utilizando como herramienta de motivación y justificación sus vivencias subjetivas. Aquella lucha representa la lucha contra el mundo objetivo, y por ello, su carga subjetiva está guiada por aquel ser fantasmagórico que alguna vez fue víctima del mundo material.
La película ofrece un discurso que propone aquella lucha como el resultado que se produce cuando los seres humanos se ven rodeados de destrucción y desesperanza, una destrucción creada por aquel mundo materialista e individualista que llega a su total decadencia, en el caso del personaje al egoísmo más profundo.
Así George Simmel afirma que “se extienden unos modos de ser y de pensar con que se abre la llamada Edad Contemporánea que en principio parecen oponerse a lo que intuitivamente entendemos por “vida”. Esos modos de pensar y de ser, son enemigos de la vida y dan lugar a una serie de efectos que producen malestar y desarraigo.”[2] La película de manera apocalíptica nos cuenta cuáles son los límites a los que puede llegar la sociedad, y así mismo, sólo conociendo estos límites, podemos entender por qué es necesario reconstruir un puente entre el mundo objetivo y el mundo subjetivo, logrando lo que Marcuse llama La realización suprema del hombre.
Un modo de trascender esta forma son los fantasmas que a su vez se convierten en objetos culturales en el que creen los seres humanos. Ese es el caso del fantasma del orfanato, que guió a los niños para que pudieran luchar contra ese ser que representa la decadencia material. Todos en conjunto se olvidaron de toda exigencia del mundo de las formas y construyeron su propia identidad cultural. Encontraron su expresión y manifestación de lo vital en alguien que les perteneció, alguien que habitó el mundo de los vivos, pero que ahora pertenece a simples sombras, simples fantasmas, y quizá, a un simple potencial creativo de unas mentes inquietas y deseosas por ser felices y escapar de un mundo que los agobia y los reprime.
Los fantasmas son una perfecta mediación entre el objeto y el sujeto. Allí, el miedo, el terror, la angustia, superan campos inimaginados y ocupan espacios profundamente humanos. Según Georges Simmel, el fantasma es un construcción cultural, porque él, es una relación de las energías anímicas y subjetivas reunidas en la personalidad de los niños que les permite encontrar la perfección y avanzar sobre lo natural, cobrando venganza al deshacerse del asesino. El fantasma de la película, es una representación cultural de la memoria de los niños que habitan el orfanato. Él, es aquel ser que llama a no olvidar, un ser que exige justicia, un ser que la muerte no lo pudo callar porque su historia quedó en el inconsciente de los niños. Un ser que por medio del universo subjetivo del hombre, guió los pasos de los pequeños héroes para que se armaran de valor y enfrentaran su destino.
Sin embargo, cabe dejar la duda si ésta perfección, o como lo llama Marcuse, la realización suprema del hombre, es una manifestación de la felicidad absoluta, lo único cierto es que los niños pudieron escapar de la muerte.
BIBLIOGRAFÍA
· SIMMEL Georg, El Individuo y la libertad Ensayos de crítica de la cultura, Ediciones Península, Barcelona, 2001, pags 9-42 185-212.
· MARCUSE Herbert, Cultura y Sociedad, acerca del carácter afirmativo de la cultura, http://www.google.com.co/url?sa=t&source=web&cd=1&ved=0CBQQFjAA&url=http%3A%2F%2Fwww.walterbenjamin.org.ar%2Fdown%2FCaracter%2520afirmativo%2520de%2520la%2520cultura.doc&rct=j&q=MARCUSE%20Herbert%2C%20Cultura%20y%20Sociedad%2C%20acerca%20del%20car%C3%A1cter%20afirmativo%20de%20la%20cultura&ei=0qqgTIemHsX6lwfc96nsAg&usg=AFQjCNEo64VNNGyWLVMj2lMHgCDNCuMXEQ&sig2=-oetZjageV96yd-Aisl5fw&cad=rja,
[1] MARCUSE Herbert, Cultura y Sociedad, acerca del carácter afirmativo de la cultura, www.walterbenjamin.org.ar/.../Caracter%20afirmativo%20de%20la%20cultura.doc, Pag. 8.
[2] . SIMMEL Georg, El Individuo y la libertad Ensayos de crítica de la cultura, Simmel o la autoconciencia de la modernidad, Ediciones Península, Barcelona, 2001, pag 9.