Madre,
Tu presencia en mi vida
es un acto de conexión con lo divino.
Eres la perseverancia extrema del amor,
la que transforma realidades
y bendice cada rincón de mi existencia.
Mil años de mantras,
mil años de palabras sembradas en el silencio,
han sido capaces de modificar el ADN,
potenciar la conciencia divina,
y transformar la materia en energía.
Eres esa acumulación diaria de sonidos sagrados
habitados por significados
que solo el oído atento puede escuchar.
Tu amor y cuidado
trascienden generaciones y ciclos de vida.
Eres la fuerza creativa
que es capaz de dar conciencia
a la mente vacía.
Gracias a ti,
he podido reconciliarme
con el cosmos que no comprendo.
Me has mostrado el poder de la meditación,
la fuerza indómita de mi corazón y espíritu.
Gracias por ser esa fuerza renovadora
que, tras cada abrazo,
me posibilita encontrar
la unidad con el universo.
Te amo. Siempre.